A Ephraim Squier lo sedujo el viejo sueño del ferrocarril que uniría al Pacífico con el Atlántico. Y eso lo hizo establecerse en Honduras por un buen tiempo. El proyecto, como todos sabemos, fracasó. Sin embargo, el viaje le permitió a Squier, que había sido periodista en Nueva York y Connecticut, escribir sobre la Honduras de 1850. Es un retrato de una época oscura del país, asolado por distintas guerras fratricidas. Pero es, al fin, un retrato bello.
Squier escribió sobre la geografía de Honduras. De su población. De sus ríos, lagos, lagunas y mares. De sus bahías y puertos. De sus pueblos ancestrales. De todo lo que es esta bella tierra que sigue buscando mejores horizontes.